Nuestros valores hablan por nosotros
La Pitaya es un cactus columnar selvático que por algún casual vino a parar a nuestras tierras, aferrándose a los barrancos, buscando sombra y humedad. Se trata de una especie introducida pero no invasora, puesto que no perjudica al entorno. Al ser un cactús no necesita casi agua, por lo que es ideal para conservar y proteger el medio ambiente y prevenir la escasez del agua. Sus abonos son ecológicos y desde Dragón Ibériko nos centramos en buscar una calidad única, tanto en calibre como en sabor. ¿Quieres saber más? La fruta del dragón es una fruta conocida relativamente desde hace muy poco tiempo en nuestro país. Se puede decir que la mayoría de la fruta que se ha consumido hasta ahora es importada. Esto es un factor que le ha perjudicado más que ayudado, pues al ser una fruta que no madura post corte, debe cortarse y consumirse en su punto óptimo de maduración y evitar los largos trayectos para su distribución y consumo. Así se garantiza el consumo de una fruta de una mejor calidad, en cuanto a sabor y a textura. La Pitaya, o Pitahaya, comenzó a producirse a gran escala en Europa en un pequeño pueblo costero de la región de Murcia: Águilas. Sus orígenes son importantes, puesto que este cactus selvático se podía encontrar en los barrancos de los alrededores, de manera salvaje. Ya era oriundo de aquí mucho antes de nosotros conocer su fruto. Los jardines de las casas de Águilas enredaban estos cactus que curiosamente algunas noches de verano, daban unas grandes y perfumadas flores blancas. Unas flores que abrían al anochecer y morían a la mañana siguiente, con las primeras luces del alba y el calor intenso del verano. Como si de un cuento mágico se tratase. El microclima de Águilas, tan tropical, por sus cálidos días de invierno y su humedad, hacen que la Fruta del dragón se de tan bien. Pero por aquel entonces, algo faltaba en la ecuación. Aun habiendo flores, su polinización no era posible, puesto que en España no existen los grandes insectos y animales nocturnos que polinizaban sus flores e intercambiaban su polen como en otros países de Centroamérica, Latinoamérica y Asia. Ahí es cuando entra la mano del agricultor. Son sus manos las que, con un pequeño pincel, hacen de polinizadores nocturnos. Linterna en la cabeza y muchas noches de verano trabajadas han conseguido que la Fruta del dragón se posicione y gane terreno en nuestras tierras. La inquietud de nuestros agricultores también ha movido montañas, pues hasta ahora, no existían estudios suficientes para poder conocer las diferentes variedades, maneras de cultivar, infrestructuras… Muchas horas de estudio, viajes, llamadas, visitas a otros invernaderos en otras partes del mundo… han hecho que el conocimiento sobre la Fruta del dragón gane terreno en las costas aguileñas, así como su creciente producción, que mejora año a año en cuanto a las nuevas variedades comerciales, corroborándose notablemente en la calidad de sus frutos.
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